Sergio Romero nace en Morelia y crece en Manzanillo realizando sus estudios de Arquitectura y Arte en la Ciudad de México. Desde que radica en Cancún se dedica al quehacer arquitectónico y la producción de arte, complementado con su labor como profesor.
Gracias a la influencia de su padre –también arquitecto- decide estudiar Arquitectura (Universidad Marista CDMX 1995-2000), lo cual contribuye a acrecentar su fascinación por las artes. Paralelamente a sus estudios continua con la trayectoria plástica que había iniciado (formalmente) desde los 15 años.
Su andar por el camino del arte comienza en los círculos bohemios que caracterizaban a Coyoacán a principios de los 90as, seguido por una serie de exposiciones en la Ciudad de México que variaron en su temática -desde el diseño de luminarias, pintura, escultura hasta la instalación, el arte objeto y el performance.
Al terminar la carrera de arquitectura en el 2000 realiza estudios relacionados al arte objeto y arte contemporáneo de la mano de maestros como Eduardo Romo, Edgardo Ganado Kim y Eloy Tarciso lo que cambia su perspectiva sobre la arquitectura e inicia la búsqueda de su propio lenguaje experimentando con un sinfín de materiales y formas.
A partir del 2003 monta su despacho taller en la ciudad de Cancún donde ha tenido la oportunidad de ejercer como arquitecto, diseñando, construyendo y como artista plástico exponiendo en países como Francia, España e Inglaterra habiendo participado en 4 bienales nacionales y más de 38 exposiciones colectivas y 15 individuales.
Sus últimos trabajos arquitectónicos lo inspiraron a participar en proyectos como inédito Design Week, donde muestra claramente la simbiosis arte arquitectura en su formación a través de los materiales que emplea en su obra plástica, además del manejo del espacio y la escala de manera integral.
Actualmente la arquitectura y las artes pasticas ocupan la mente y actividad de Romero como fuerzas complementarias que en ocasiones se enfrentan cuando una de ellas se vuelve más demandante. Este frágil equilibrio constituye la base de una creatividad incesante que llena su vida, como un generador de obras visuales que nunca descansa.